Entradas

Mostrando entradas de 2017

Día ciento ochenta y uno.

Me escapo al polígono y leo y los coches pasan y me miran y yo puedo leer dónde van esas matrículas. Unos pasan despacio con su padre al lado guiándolos en este revoltijo de naves preparándolos para ese próximo examen, enseñándoles a usar un intermitente. Los otros pasan fugaces hundiendo el acelerador con la prisa que sólo puede conceder el deseo de amarse. A mi derecha veo pasar un tren y en 10 minutos veré pasar otro tren y cada vez vienen o van en una dirección o en otra y yo sigo aquí parada leyendo con las ventanillas a medio bajar y viendo pasar los coches. Van todos llenos de amor. Me vengo al polígono y leo pero tampoco puedo leer. Me vengo al polígono y de camino recuerdo que no debo rendirme porque suena esa canción y me acuerdo de cuando no había na' de na'. Y pasa otro tren infinito y el viento no mueve mi coche porque nada lo mueve ya. Y rendirse no es una opción porque las personas heridas somos peligrosas porque sabemos que podemos sobrevivir.  Pero, ay, q

Día ciento ochenta.

Don't you wanna fall in love tonight? Nada M, que no llego, que tengo 28 años y aún no he escrito nada ni creo que lo llegue a hacer. Lo siento. Bueno, escribir sí que he escrito pero para mí más que nada. Dejemos esta mierda.  Os hablaba hace un par de años de un sueño recurrente que tenía de pequeña, os lo metí en la entrada del día ciento sesenta y cinco  mezclado con un precioso texto que había olvidado por completo, la verdad. En mi sueño, que recuerdo haber tenido por primera vez con unos cuatro años, me encuentro atrapada en una jaula de bambú. Al principio estoy rodeada de oscuridad pero de pronto una cara de hombre blanca y enorme se acerca mientras ríe. Y de pronto desaparece y yo me despierto. Recuerdo haber tenido este sueño en varias ocasiones. Nunca he buscado lo que significa ni he preguntado a ningún experto en estos temas. Pero me siento así desde hace años, encarcelada y observada.  Y miro por la ventana y ahí está de nuevo mi amiga Luna, la selenita

Día ciento setenta y nueve.

Hoy me he puesto de banda sonora al Carrasquito otra vez porque me hace transportarme a cuando empecé a escribir este blog más o menos y ayer, mientras esperaba el estreno del último capítulo de Juego de Tronos, me puse a leer las primeras entradas y me gustó tanto recordar esa época loca, caótica y sin sentido... Que quería ponerme algo que me llevase allí otra vez. Ahora sólo me falta una Rubia (que en minúsculas bien podría ser yo).  No sé si lo he comentado alguna vez pero soy una persona bastante miedosa, no puedo ver películas de miedo ni escuchar historias de miedo ni miedo de miedo y medio. Pero claro, soy muy catacaldos de la vida y me gusta leer cosas que dan miedito y pasarlo remal. Y así, ayer, leí esto . El resumen es una movida muy tocha que incluye niños que se aparecen y cosas así que dan todo el mal rollo pero yo, que me gusta de sufrir, sigo leyendo, ea, tontorra que es una.  El caso es que me había fumado yo toda aquella historia más el último capítulo de Ju

Día ciento setenta y ocho.

Todo es mentira. No soy ninguna luchadora. Me siento engañando a tanta gente... ¿o me estoy engañando a mí misma? Me pregunto qué hay dentro de mí para que después de todo lo que estoy luchando me siga considerando "nadie". Este último año me cansé de que me pisotearan, los anteriores me han hecho mosto o vino o lo que quieras porque no sé si la diferencia está en el prensado o la fermentación y no voy a googlear ahora para aclararlo porque estoy vaga, efectos secundarios del clonazepam. En resumen, que me han pisado a más no poder y yo, muy probablemente me he dejado y además los he animado a hacerlo.  Pero las cosas han cambiado. No puedo seguir dejándome pisotear porque estoy hasta los cojones. Y podría buscar un eufemismo pero no me apetece tampoco, como lo del vino, que mira, una buena copa sí me tomaba ahora pero tampoco va a ser posible.  Me encuentro en una guerra que ni Daenerys de la Tormenta de la Casa Targaryen, La Primera de su Nombre, Reina de Meereen,

Día ciento setenta y siete.

Hoy quiero confesar [que estoy enamorada] una cosa muy turbia que ha pasado y que pensé que nunca pasaría.  Siempre os he respetado porque habéis sido mi principal compañía desde que tengo uso de razón y nunca imaginé que este momento llegaría pero ha llegado. Hace meses leía un artículo sobre este tema que, en resumidas cuentas, decía que la gente como yo, los que actuamos como yo, no estamos bien. Que somos nosotros los raros. Me gustó mucho el artículo porque una vez más alguien me catalogaba como rara (ya sabes, lo de autocategorizarte de rara para que no lo hagan los demás y sea tu escudo protector). Pero más allá de eso no pensé que fuese a pasar lo que ha pasado ahora.  Sabéis que siempre os he respetado por encima de todas las cosas. Toda mi vida podía ser un caos pero vosotros erais siempre lo primero y único para mí -casi en toda mi vida, hasta que llegó él- y os veneraba, aún lo hago, hasta puntos insospechados. Y, ¿qué ha pasado? ¿Por qué os escribo ahora?  Al

Día ciento setenta y seis.

Hoy me he puesto la banda sonora de Amélie para escribirte a ti por todas las veces que la vimos juntos. Hace un año te descubrían líquido en los pulmones -sumado a tu Cushing-. Recuerdo perfectamente la tarde del cinco de agosto, cuando te acercaste a mí sin apenas poder respirar y con esos ojos tan humanos me pediste ayuda. Te cogí en brazos y fuimos corriendo al veterinario. No podías respirar y yo me moría de miedo. Recuerdo como se me cayó el mundo encima cuando me dijeron que tenías líquido en los pulmones. Recuerdo como Lola, la veterinaria, me dijo "Paola, sé que tienes pánico a las agujas pero viene el fin de semana y nosotros no estamos, la medicación oral no va a ser suficiente, o le inyectas la que te voy a dar o no va a pasar el finde". "Sí, sí, sí, dame lo que sea, yo le pincho lo que haga falta". Entonces con todo el cariño del mundo me enseño cómo debía pincharte. Tú estabas tan quieto como siempre, te portabas tan bien. Dios, qué difícil es est

Día ciento setenta y cinco.

¿No será que eres un poco idiota? Yo juraría que sí.  El otro día un señor muy amable me regaló un centímetro y aunque en ese momento sólo era capaz de escuchar mi propio corazón, estoy casi al cien por cien segura de que fue muy amable. Un centímetro me ayuda a conseguir un peso ideal más rápido. Oh, stop it, you silly girl.  Me ha vuelto el insomnio no entiendo muy bien cómo. Insomnio de verdad, no de ese que se inventan los jóvenes que no se mueven del sofá más que para ir a la cocina a por más refresco y palomitas. De madrugar, trabajar toda la mañana en casa, no hacer siesta, hacer deporte por la tarde y luego, como me es imposible dormirme aunque esté completamente drogada por el clonazepam y completamente cansada de todo el día pues me vengo aquí y os lo cuento porque es que de verdad que no lo entiendo.  Mientras escucho música y aunque he empezado con Los Ronaldos, después me he pasado a The Clash y su "London Calling" que me flipa.   Y yastá. Esas s

Día ciento setenta y cuatro.

Mamá, me han llamado NT, algo del patriarcado, tránsfoba, me han acusado de hacer luz de gas y no sé cuántas cosas más. A mí y a mis compañeras guerreras. Te juro que no he hecho nada de eso. Hace unos días saltaba una batalla que ni la de los bastardos pero en Twitter. Todo empezó con una chica que contaba que sus reglas eran tan dolorosas y abundantes y largas que incluso a veces le impedían ir a trabajar o hacer vida normal.  Aquí entró Endometriosiswarrior a explicar que eso no era normal porque (y me lo tatuaré en la frente a este paso le moleste a quien le moleste) LA REGLA NO DEBE DOLER. Se la tomaron un poco como a cachondeo y ella nos nombró a varias endometriósicas para que contásemos nuestra historia. Dicen que lo que hicimos fue acosar pero la intención no fue esa en ningún momento, qué cosa más ridícula. ¿Cómo voy a acosar a alguien por contarle mi experiencia con la endometriosis y como a mí durante nueve años me dijeron que no tenía nada? Porque esto decía esta chic

Día ciento setenta y tres.

Me miras así con esos ojos y parece que ves a través de mí. Sabes lo que estoy pensando en cada momento y sabes cómo usarlo en tu beneficio. Clara, blanca, alba, aunque sin mesas de tres patas voladoras. A veces estamos rodeados de fantasmas y no nos damos cuenta hasta que un salero comienza a dar vueltas a medio metro de la mesa del comedor. Y no me lo pases a la mano que da mala suerte.  Hoy ha empezado un año nuevo para mí. Aunque hace un par de meses ya comencé otra temporada. Y conseguí subir a primera. Te echo de menos, es verdad. La fuerza, el valor, el poder que me dabas. Y sé que todos esos sentimientos eran falsos pero mientras estabas conmigo parecían tan reales...  ¿Sabéis? En la última feria de artesanía que celebraron en mi ciudad me decidí a probar fortuna con una quiromántica. Mi endometriosis, mi infertilidad, el despido, la mala suerte general, ¿y si había alguna razón mística para todo ello? Me puse a la cola de una pequeña tienda que habían montado al lado

Día ciento setenta y dos.

Hoy me siento como Nicolas Cage en... no, espera, no era eso lo que quería decir. Me siento como hace - lo que parecen - cientos de años en el primer Telepizza de Albacete. No existía WhatsApp, nadie nos renegaba en Twitter ni Facebook. Ni Fotolog. Y allí estaba yo, esperando la cena y algo más. Lo recuerdo como si fuera ayer mismo. O como si fuera esta noche, qué sé yo. No estaba sola, me acompañaba mi hermana. Nos íbamos a dar un buen festín... ¡habíamos pedido hasta alitas! Y yo miraba la hora en mi móvil Grundig de última generación y pensaba "ya sólo faltan cuarenta minutos" pero me hacía la madura. Aunque no quería levantarme de allí hasta que fuese la hora. Sería como celebrarlo con todos como cuando tenía seis años. Y volvía a mirar mi móvil de reojo y sólo faltaban quince minutos. No pasaba por mi cabeza que fuese a tener ningún problema de batería al recibir los cientos de mensajes que esperaba porque, por aquel entonces, no existían los problemas de batería (a men

Día ciento setenta y uno.

Voy a justificar el texto para que no me recuerdes otra vez que no sé usar Word para hacer un ejercicio simple. Voy a apuntarme a ofertas de limpiadora y camarera para que no puedas recordarme que no soy quién para optar a un puesto para el que piden estudios superiores. No te abriré un agujero de entrada a mi corazón porque luego tú harás un agujero de salida y aprovecharás para organizar visitas guiadas al interior. Pagaría por un segundo a solas contigo, ¿sigues ahí? ¿Te has perdido en una canción de Tiziano Ferro? Dame un silbidito o choca los talones e iré presta a por ti. No te echo de menos, decir lo contrario sería mentira pero hay algo, no sé lo que es. ¿Desengaño? ¿Me has roto el corazón? No, eso ya lo habíamos hablado arriba y había quedado claro que mi corazón te ha importado lo suficiente como para venderlo en pequeños cachitos.  Esa batalla sólo fue un juego de borrachos, ¿cómo hemos llegado a esto? Estaba contentísima. Nuestro futuro iba a estar coronado por dos lig

Día ciento setenta.

Yo estuve en la casa de Federico y compré “Yerma”, porque comprar “Poeta en Nueva York” me parecería demasiado, supongo. Yo estuve en la casa de Federico y lloré en un rincón. Estuve en su casa y me volví vacía y llena y yerma. Y la decisión de comprar esa obra y no otra me persigue. Cuando te dicen que “ahora o nunca” nunca te planteas que vaya a ser nunca. Pero… ¿y si es nunca? Yo estuve en la casa de Federico y no vi abejas rondando las flores. Ni que fuera yo antófila. Estuve en su casa y aprendí la palabra “kitsch” y los gitanos cantaban a Lorca. Pero los veleros no flotan y nadie come flores de duelo. Y el alba canta y en lugar de témpanos levanta escarchas. Yo soy Yerma.