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Mostrando entradas de octubre, 2009

Día ciento treinta y dos.

El chico de la toalla me despertó una día de sobresaltos con un beso en la espalda. El chico de la toalla me robó un mechero rosa. El chico de la toalla me conquistó poco a poco. El chico de la toalla me hizo volverme loca y escuchar gritos en la más silenciosa noche. El chico de la toalla me hizo delinquir. El chico de la toalla (hizo delinquir a más gente). El chico de la toalla me llevó en su carrazo tirado por ¿veinte cv? El chico de la toalla me dió Rubias de beber. El chico de la toalla me empujó varias veces una noche. El chico de la toalla no se cortaba una mier*a. El chico de la toalla sabe hacer el Moonwalk. El chico de la toalla me enseñó a resolver el Cubo de Rubik(y después se vio superado). El chico de la toalla me hizo ver Star Wars en una semana. El chico de la toalla me hace ser más freak cada día. El chico de la toalla me cuida. El chico de la toalla hace unas hamburguesas que ni ErrePunto MacPunto. El chico de la toalla me lleva de viaje a cazar Civics. El chico de l

Día ciento treinta y uno.

El trauma de Heidi, versión no comercial. Y Heidi le escribió un mensaje de texto a Pedro “¿Dónde estás? Te estoy esperando desde hace media hora, si no vienes pronto, me voy a casa de Clara.”. Era el cumpleaños de ésta última y habían quedado para ir a comprarle un regalo. Heidi había estado cosiéndole una colcha durante meses pero Pedro no había encontrado el regalo adecuado, si bien es cierto que había comprado varios a espaldas de Heidi, pero cuando ésta se enteró de que lo más bonito que había elegido eran unos patucos de bebé decidió ponerse manos a la obra para hacer un regalo que dejase en la sombra a Pedro, además, le prometió acompañarle para ayudarle a elegir uno, él sólo tenía buen gusto para los temas cabralicios. Heidi estaba harta de esperar, vale que fuesen amigos, que llevasen juntos desde su más tierna infancia, pero era el cumpleaños de Clarita, sus dulces dieciséis e iba a llegar tarde por culpa del cabrero. Fue entonces cuando lo vio acercarse en la lejanía. ¡Q

Día ciento treinta.

Tengo ganas de morir de forma mínima y resucitar agotada en tus brazos. Perder todos los sentidos en un sentido segundo. Primero quiero saber el significado de todo lo que me rodea. Quiero comer libros y respirar conocimiento. Pero luego... luego quiero correr en un mar oscuro rodeado de playas de ardiente arena. Más tarde quiero paladear el sabor del Saber. Quiero nadar en un mar de dudas sin resolver, sin respuesta, para acabar riendo a carcajadas cuando sepa que nada la tiene. Quiero gritar con la mirada y ayudarte a salar el mar. No ahogarme en este río ni en ningún otro. Perder el miedo a las mariposas. Cantar canciones con los ojos abiertos y saber que hablar bien no cuesta nada. Quiero jugar a cazar lágrimas sin miedo a dejarlas huir. Te llevaré a un mundo donde todo es gratuito, donde llorar da risa. Y las carcajadas son más atronadoras que cascadas de lava. La repetición sigue siendo un recurso. Y quiero comer oxímoros con ton y son y sin dudas. De un ebúrneo color ébano. Cóme

Día ciento veintinueve.

Para nada caras largas ya. ] Cuando estuve en el desierto del Sáhara hacía frío y he esquiado en manga corta en La Masella. En el desierto, además, había cobertura. ¿Existe algo llamado Monarquía Democrática (un insulto a la palabra)? ¿Sabe el cielo que la Luna es azul del otro lado? ¿Existe el dolor? *MissLess