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Mostrando entradas de enero, 2013

Día ciento sesenta.

Y volví a subir al colchón que me llevaba a tu infierno empujado por los mil vientos de fuego que tu ausencia me producía. ¿Dónde estabas? ¡Yo qué iba a saber, si ni sabía que el aire me daba de respirar! ¡Qué horrible depender de algo tan absurdo para vivir, tan nimio, tan tonto! Sí, a mí también me gusta despreciar lo que no tengo. ¡A la hoguera con las estrellas que se han caído del cielo, joder! ¡Que las quemen todas y no quede ninguna! Yo soy Luna y con el movimiento de mis caderas voy a hacer que suba la marea y que acabe con todos vosotros, voy a llamar la atención del Sol. Sí, yo soy Selene y selenita como ninguna y de mi amor voy a hacer de piedras lunares corazón. Voy a pedirle a Zeus que esculpa en mí con sus rayos una reproducción de la belleza apolínea de Helios y si eso no funciona me tiraré de cabeza al mar para convertirme en sirena pero que nadie tape los oídos de mi apuesto Sol pues pienso seducirlo con mis cantos y engañarlo para que venga hasta mí. Helios, q

Día ciento cincuenta y nueve.

Una triste merienda en una triste tarde de un triste lunes de un triste mes de enero que llega a su triste fin. La tercera vez dejaste de leer la palabra triste, ¿verdad? ¿Y por qué no haces lo mismo con todo lo triste de tu vida? Y empezamos otra vez, Luna, cariño, te he dicho mil millones de veces que dejes en paz al Sol. ¿No ves que lo vuestro es imposible? Que cuando tú sales él se esconde y viceversa. No hay siquiera mejor forma de explicar vuestra relación que comparándola con la del Sol y la Luna. Selene estás loca y me llevas a mí por el mismo camino. ... Ya, ya lo sé, ya sé que es irresistible. Ya sé que hace que hasta tú te derritas con su calor pero no está bien. … Vale Selene, yo también creo que el cielo se vuelve aún más pequeño cuando él aparece. Ya, ya lo sé. … No, no puedes hacer lo que tú quieras, Luna, ¿has pensado si él también lo quiere? ¿Crees que dejará de ponerse para estar contigo toda la vida? Pobre satélite estúpido. … No, esa es la

Día ciento cincuenta y ocho.

Tengo tanto que escribir pero tan poco que decir que me atoro y pienso "¿Qué más da? Total... ¿Y si el mundo acaba mañana y no hemos muerto en una pequeña batalla?" Minúscula muerte y paz semiinfinita. Y quítate, que me molestas otra vez. Minúscula muerte pero a la francesa, como viene siendo habitual.  No sabéis lo que es la vida hasta que morís un poco. Ay, pobre alma aquella que no quiere morir. Ansiáis la vida ajena sin saber que en vuestra propia muerte está el gozo. Soledad. Y palomas mensajeras de alas verdes que vuelan cegadas por la suciedad del universo. Inútil levedad del ser, inútil gravedad de ser inútil. Inutilidad del ser. Y no te preguntes si es ser o no ser lo importante, si estás preguntando es que no estás siendo, y ser sin saber ser es lo que esperamos ser algún día. ¿Quieres ser el ser que en esta 'sere nere' me lleve a un universo paralelo de muertes destructivas bajo las mil capas blancas de la verdad de ser sin saber? Si ya has pens