Día ciento treinta y cinco.
Agárrala con las dos manos, con fuerza. Con una mano acaríciale el cuello y déjate llevar. Cierra los ojos y siente cada centímetro de su suave cuerpo con la otra. Tan suave como la piel del Sol. Ahora empieza a tocarla más fuerte, más rápidamente, sin prisa pero sin pausa. Tócala hasta conseguir que cada uno de sus suspiros parezca una nota... compón una melodía infinita y tócala sobre ella. No le dejes respirar y siéntela como si fuese parte de ti. Ahora los dos formáis parte del mismo cuerpo, sois un mismo ser . No dudes en arañarla si te deja pero no hagas de sus gemidos una canción desafinada. No la dejes aunque tu cuerpo te lo pida con lágrimas. Para llegar a ser eterno hay que vivir toda una vida. Ahora tú y ella sois un mismo ser. Ahora tú y la guitarra sois un mismo ser. Miss Lola*