Entradas

Mostrando entradas de 2014

Día ciento sesenta y siete.

Era nuestro quinto aniversario. No se puede decir que yo anduviera con la mosca detrás de la oreja, es que llevaba de orejeras dos moscardones tamaño catedral. Además, hacía un par de días me había tomado la medida del dedo anular de la mano izquierda de una forma muy sutil. "A ver, ¿cuántos anillos tienes? ¿Y ese en este dedo cómo te queda? A ver, me dejas el anillo [se pone el anillo]. Ah, bien, bien. Bien bien." Era sábado e íbamos a ir a cenar a un buen restaurante para celebrar nuestro aniversario. Yo no había dejado de pensar durante las últimas semanas que o ahora o lo mataba. Esa mañana me fui de compras con mi madre. Él tenía que trabajar pero iba a reservar el restaurante para esa noche. Yo, que soy el ansia viva en persona, estaba preocupada por si no había mesa disponible y quería ir allí desde hacía tiempo. Mientras compraba con mi madre -un precioso vestido para la noche- me escribió. Me dijo que si me gustaban los anillos con una lluvia de noséqué. Yo n

Día ciento sesenta y seis.

He vuelto de un viaje al Tártaro de lo más interesante. He pasado los últimos 17 días sumida en la mierda. Así, sin paños calientes ni más mitologías. Pero ayer cuando me querían rematar tuve la suerte de encontrarme con gente maravillosa y desconocida que sin quererlo me abrió los ojos. Los antidepresivos para el que los necesite, yo no. I'm back. @SitaFreak

Día ciento sesenta y cinco.

Por fin he encontrado el verso que me faltaba para el poema acróstico que es la vida. Ayer pude ver que la luna era verde. No sólo eso, miro por la ventana y veo cómo me mira verde y oronda mientras yo doy tres mil cuatrocientas cincuenta y dos vueltas en la cama. Le doy la espalda pero sigo notando su fría y gris mirada clavada en la nuca. Bajo de la cama. Pie derecho. Pie izquierdo. Deambulo por un pasillo infinito chocándome contra miles de cosas que antes no estaban ahí y que no recuerdo haber puesto, ¿no recoge uno lo que siembra? Llego ante una puerta desconocida para mí... ¿dónde estoy? Toco el pomo dispuesta a comprobar a dónde da la puerta pero no puedo abrirla porque me quemo, al apartar la mano veo cómo en mi palma reluce de un color rojo sangre tan brillante como el canto de los grillos la frase "I must not tell lies", miro de nuevo hacia la puerta y en lugar del pomo ahora hay una pluma que cae delicadamente al suelo mientras llora sangre. De pronto una risa

Día ciento sesenta y cuatro.

En canal: conclusiones. Hoy, seguía dándole vueltas a una pregunta que me hacía un amigo hace unos días "¿sabes quién eres?". Le contesté que no pero quería saberlo... Y creo que me voy haciendo una ligera idea. *pausa, busco música de Extremoduro, continúo* ¿Quién soy? ¿Cómo soy? ¿Qué es de mí? Algunas veces había pensado en alguna de estas preguntas cuando tenía que rellenar estupideces cuestionarios, preparando entrevistas de trabajo... pero realmente no me había parado a pensarlo. ¿Quién soy? Soy Paola. Tengo 24 años y soy yo. Soy ridícula. Algunos lo maquillarían como "estrambótica", "distinta", "especial". No, no es ningún eufemismo de esos yo soy ridícula. Soy una persona ridícula que incita a la risa. No recuerdo una sola etapa de mi vida en la que no haya habido alguien que se haya reído de mí Y NO LO CULPO: mi forma de hablar, vestir... Lo primero es asumirlo "soy ridícula", ¿qué puedo hacer para evitarlo? Nada. Yo he

Día ciento sesenta y tres.

Bastardos no quieren pan quieren perros que maltratar. Ya siento algo aunque no me drogue y he dejado de echar carreras con Selene pero, joder, qué difícil es madurar cuando lo haces con 6 años, te vuelves imbécil a los 21 y vuelves a madurar con 24, ¿no? He descubierto la filosofía budista y la paz interior, ni siento ni padezco, me como las humillaciones y las malas palabras a cucharadas como si fuesen chocolate derretido con sabor a limón. Me he enamorado de la vida, me cogió de la muñeca y me hizo dar un paso atrás, me enamoré. Me había vuelto completa e irremediablemente loca y, sin marcha atrás, había entrado en una caída libre a la nada. A la mierda, al vacío. Aún así, sumida en la más profunda oscuridad como estaba, aún me pasaba dos tercios de mi día diciendo gilipolleces y regalando galletas cosa que, obviamente, no ha cambiado. Viva el pollerpower. Mientras tanto me ardía el corazón, ¿pero qué importa un corazón entre tantos? Ahora lo entiendo. Ya no me muerdo la len