Día ciento veintiocho.
Sólo una aguja pinchando mi burbuja de sueños puede despertar al blog del estado de stand by en el que se encontraba. Yo no quiero ser castigada por querer besar al Sol como Ícaro, que se derritan mis alas y caer a un mar del que nazca una isla con mi nombre. ¡Prohíbele a la Luna salir todas las noches después de una vida llena de alcohol y desenfreno si eres hombre! Dile al Sol que hoy se quede en casa, que necesita poner nueve lavadoras. Dile a la letra "s" que deje de ser tan sinuosa (1.adj.) como yo (2.adj.). Dile a todos los pájaros del mundo (con paquete de tabaco o no) que dejen de volar una vez a la semana. Dile a los peces que, a partir de ahora, no podrán pasar todo el día en el agua, que hay demasiadas cosas que hacer. Pero ya es demasiado tarde para desacostumbrarme y el cambio será fatal. No hace falta decirle al Sol que produce quemaduras en la piel, él ya lo sabe. No le digas a un algodón de azúcar que es dulce, es obvio. No vengas a hablarme de Cenicienta o Bl...