Día ciento cincuenta y nueve.
Una triste merienda en una triste tarde de un triste lunes
de un triste mes de enero que llega a su triste fin. La tercera vez dejaste de
leer la palabra triste, ¿verdad? ¿Y por qué no haces lo mismo con todo lo
triste de tu vida?
Y empezamos otra vez, Luna, cariño, te he dicho mil millones
de veces que dejes en paz al Sol. ¿No ves que lo vuestro es imposible? Que
cuando tú sales él se esconde y viceversa. No hay siquiera mejor forma de
explicar vuestra relación que comparándola con la del Sol y la Luna. Selene
estás loca y me llevas a mí por el mismo camino.
...
Ya, ya lo sé, ya sé que es irresistible. Ya sé que hace que
hasta tú te derritas con su calor pero no está bien.
…
Vale Selene, yo también creo que el cielo se vuelve aún más
pequeño cuando él aparece. Ya, ya lo sé.
…
No, no puedes hacer lo que tú quieras, Luna, ¿has pensado si
él también lo quiere? ¿Crees que dejará de ponerse para estar contigo toda la
vida? Pobre satélite estúpido.
…
No, esa es la única realidad, no sabes nada de la vida
Selene. Él no va a venir.
…
¿Que vas a hacer con las mareas QUÉ? JAJAJAJA, ¿y crees que
eso de verdad va a hacer que toda su atención se centre en ti? Querida, tienes
que aprender que no eres el centro del Universo. Y él, en parte, sí.
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