Día ciento setenta.
Yo estuve en la casa de Federico y compré “Yerma”, porque comprar “Poeta en Nueva York” me parecería demasiado, supongo.
Yo estuve en la casa de Federico y lloré en un rincón. Estuve en su casa y me volví vacía y llena y yerma. Y la decisión de comprar esa obra y no otra me persigue.
Cuando te dicen que “ahora o nunca” nunca te planteas que vaya a ser nunca. Pero… ¿y si es nunca? Yo estuve en la casa de Federico y no vi abejas rondando las flores. Ni que fuera yo antófila.
Estuve en su casa y aprendí la palabra “kitsch” y los gitanos cantaban a Lorca.
Pero los veleros no flotan y nadie come flores de duelo.
Y el alba canta y en lugar de témpanos levanta escarchas.
Yo soy Yerma.
Yo estuve en la casa de Federico y lloré en un rincón. Estuve en su casa y me volví vacía y llena y yerma. Y la decisión de comprar esa obra y no otra me persigue.
Cuando te dicen que “ahora o nunca” nunca te planteas que vaya a ser nunca. Pero… ¿y si es nunca? Yo estuve en la casa de Federico y no vi abejas rondando las flores. Ni que fuera yo antófila.
Estuve en su casa y aprendí la palabra “kitsch” y los gitanos cantaban a Lorca.
Pero los veleros no flotan y nadie come flores de duelo.
Y el alba canta y en lugar de témpanos levanta escarchas.
Yo soy Yerma.
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