Día ciento noventa.

Me explotó el corazón al primer toque. Me estalló el alma al primer roce. Ya no estabas. Y da igual lo que haya ahí fuera porque dentro siempre está lloviendo y quema. Qué marrón. Nos refugiamos en barricas porque tampoco podíamos robarle el éxtasis a Santa Teresa y qué más da.

Y me explotaba el corazón en cada llamada. Y perdía el sentido del tacto y tenía frío y qué sé yo. Ya no.

Ahora vivo presa de un instante que vive retenido en mi memoria. Lo he recordado tantas veces que ya no sé si es real, ¿pasó alguna vez? Y vuelvo a él como si fuera un mantra. Repite. Repite. Y vuelvo a recordarlo, ¿pero pasó alguna vez? A lo mejor solo lo estoy inventando como inventé todo. A lo mejor es todo mentira. A lo mejor todo y nada nunca ha pasado.

Me tiemblan las piernas porque me he vendido a un recuerdo que cada día cambia. Me he tatuado algo que no es real.

Me he grapado al alma una imagen borrosa. Una sonrisa. Un abrazo. Y nunca han existido.

Y qué más da.

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