Día doscientos siete.

Rafa llegó a casa agotado. Había trabajado más de doce horas aquel día. Y no solo eso, el calor infernal de los últimos días se le había metido en todos los poros de su cuerpo, tanto que se sentía hasta incapaz de sudar, por muy poco sentido que eso tenga, él lo sentía así. Decidió meterse en la ducha. Ni siquiera hizo el amago de poner el agua templada. Se desnudó en tres segundos y medio y se metió dentro, abrió a tope el grifo de agua fría y sintió como su cuerpo entero explotaba ante el contraste de temperatura. Eso era vida. 

Tampoco era él un derrochón así que se dio una ducha rápida. Salió en cuestión de un par de minutos, totalmente refrescado y viendo el mundo de una manera distinta. Ya le volvía a gustar su vida. Incluso había olvidado el incidente con su vecina de hacía apenas media hora (ella le había cerrado la puerta del portal y, posteriormente, la puerta del ascensor en sus narices). Ahora lo único que le apetecía era un poco de dulce

Se puso unos pantalones cortos y se encaminó a la cocina. No podía dejar de pensar en tomar algo dulce con lo que terminar de arreglar el día. Rafa era bastante sibarita para la comida. Bueno, para los dulces, no nos engañemos. En su última compra, había encargado un par de tabletas de chocolate de importación. Además de varias docenas de bombones belgas y unos pequeños barriles de chocolate rusos rellenos de licor. Pero ahora solo podía pensar en la joya de la corona: la Tortuga McCallaghan. 

Rafa llevaba años siguiendo a un influencer del chocolate y, en especial, de los bombones de autor. Hacía reseñas de tiendas y marcas alrededor del globo. Sus vídeos eran una auténtica pasada. Podía mostrar desde el diseño del bombón, pasando por el proceso de fabricación en serie, por la elaboración más artesanal y terminando, siempre, en la degustación en directo. Rafa lo admiraba y envidiaba a partes iguales. El influencer era Sam McCallaghan. Pero un día, de forma totalmente inesperada, apareció en su canal un vídeo totalmente distinto, era la hermana de Sam quien lo protagonizaba esta vez. No aparecía la sintonía de siempre ni la entradilla explicando qué obra de arte del chocolate iba a ser el tema del vídeo. Esta vez solo se veía a la hermana de Sam (ella se presentaba en el vídeo), muy afectada, sin apenas poder hablar los primeros minutos del mismo. Sam había muerto de forma repentina. No tenían explicación o no querían darla. Pedían respeto para la familia y daban las gracias por adelantado por todas las muestras de apoyo y cariño. Terminaba así una carrera brillante. 

Las marcas se mostraron bastante afectadas y una de ellas, con el supuesto permiso de la familia y en un tiempo récord desde la muerte de Sam, apenas unos días en realidad, lanzó una edición especial de bombones con formas de animales con el apellido de Sam. Su último vídeo había sido sobre esos mismos bombones y querían honrarlo de esta manera. Además, la marca anunció que todos los beneficios se donarían a la familia de Sam, para poder cubrir los gastos del sepelio y de todos los análisis que fueran necesarios para saber qué había ocurrido. El lanzamiento de estos bombones, pilló a Rafa de viaje de trabajo en Chicago, donde residía Sam y donde se pusieron a la venta. De forma bastante fácil, consiguió uno de esos bombones, de la edición con forma de tortuga, y lo trajo a casa. 

Durante semanas lo tuvo a buen recaudo dudando qué hacer con él, ¿debía comerlo o era mejor dejarlo para una ocasión especial? Así iban pasando las semanas y nunca conseguía decidirse. Llegó el calor y decidió guardarlo con la idea de comerlo en breve. Buscó por internet y siguió los consejos. Lo envolvió en papel albal y después lo metió en una caja metálica que cerró bien y guardó en la despensa, el lugar más seco y relativamente fresco de la casa. Ahora tenía esa caja en las manos y ya se le iba haciendo la boca agua solo de pensar en la delicia que contenía. La dejó en la mesa de la cocina y se sentó frente a ella. Antes de abrir la caja tuvo una última idea... 

Salió corriendo a su dormitorio y en un par de minutos ya estaba de vuelta. Llevaba consigo su móvil y un pequeño trípode que colocó sobre la mesa. Conectó la cámara del móvil en modo grabación y lo apoyó en el trípode enfocándose con la cámara delantera, así podía verse mientras se grababa. Abrió su cuenta de Instagram y empezó a emitir un vídeo en directo. 

- Buenas, chicos, sé que muchos me seguís por nuestra afición en común al chocolate y nada, que esto va por Sam. Compré la Tortuga McCallaghan en un viaje de trabajo a Chicago. Está en esta caja. Esperad. 

Abrió la caja mientras se le iluminaban los ojos. Las manos le temblaban levemente de la emoción. Sacó la tortuga, que seguía perfectamente envuelta en papel de aluminio. 

- La guardé así siguiendo los consejos que leí en varios blogs. Espero que se haya mantenido bien a pesar de esta ola de calor. 

Fue en este momento cuando Rafa empezó a dudar. ¿Y si se había echado a perder por el calor? ¿Y si había malgastado un bombón que prometía tanto? ¿Y si ahora hacía el ridículo? Miró el contador de gente conectada, había 200 usuarios que lo estaban viendo en directo pero ahora era demasiado tarde para parar. 

- Vale, el papel de aluminio ha salido perfectamente y no parece que el bombón haya perdido su forma original. Aquí podéis ver el envoltorio, mirad qué preciosidad, qué tonos verdes. Parece una tortuga de cristal, ¿podéis apreciarlo bien? Mirad, aquí viene el número: 128 de 542. Guau, es realmente increíble que pueda tener esto ahora mismo en mis manos. 

Rafa estaba realmente ensimismado con la calidad del bombón. No habían perdido ni un solo detalle. Sentía que tenía una tortuga en las manos. Al menos una reproducción exacta de una de verdad. 

- Bien, vamos ahora a abrirlo con cuidado. Me encantaría guardar el envoltorio pero no sé si voy a poder conseguir quitarlo sin romperlo... a ver... vale, sí, parece que sale de un solo trozo. Esto es increíble. Qué belleza. Mirad, mirad estos detalles en el mismo chocolate. ¿Cómo puede tener tanta vida en los ojos una tortuga de chocolate, cómo es posible? 

Entre decidido, triste, feliz y hambriento, Rafa no sabía cómo contener la emoción. De pronto se vio a sí mismo bajo el árbol de Navidad, aquel día en el que recibió su primera bici de parte de los Reyes Magos. Le brillaban los ojos y parecía que en cualquier momento, se le iba a saltar alguna lágrima. 

- Bueno, mirad el papel, qué maravilla. Y mirad, madre mía, es magnífica. El bombón más increíble que he tenido jamás en mis manos. Mirad, mirad qué detalles. 

Lo acercaba a cámara, le daba vueltas sobre sus manos. No quería que nadie se perdiera ni un solo detalle de lo que estaba viviendo. Aunque realmente podría haber ya unos 400 vídeos idénticos (salvo el animal) a este que él estaba grabando ahora. 

- Y ahora llega el momento decisivo, amigos, vamos a probarlo. 

Rafa miró la pantalla. Había más de 5000 personas viendo el vídeo. No sabía de dónde había salido tanta gente, él no tenía ni 1000 seguidores. Pero sabía que en los foros que frecuentaba se solían compartir los directos y la gente no se perdía ni una sola reseña de los animales McCallaghan. 

- En esta ocasión, voy a intentar abrirla con las manos, pero estoy notando que el chocolate está bastante endurecido pese al calor. Así que no sé si... ah, sí, sí, sin problema, se abre perfectamente. Bueno, este bombón, como sabéis está relleno de naranja amarga y, esperad, ¿qué es esto? 

Entre el relleno había aparecido un pequeño canutillo de papel. Rafa había visto cientos de vídeos abriendo estos bombones especiales y en ninguno de ellos había salido nada similar. Se quedó congelado. La gente no dejaba de comentar en el vídeo aunque él apenas podía leer los mensajes: 

- ¿Qué pasa? 

- ¿Qué hay dentro del bombón? 

- ¿Qué es eso? ¿Es un montaje? 

Rafa sacudió la cabeza, miró la pantalla y miró de nuevo lo que tenía entre las manos, por un segundo, había perdido la conexión con el mundo real. 

- Perdonad, vaya, es que me ha salido aquí esto y no sé lo qué es. Bueno, seguro que es el número de serie o algo así. 

Los dedos le temblaban y le fallaban mucho más que antes. Por fin logró desenrollar el papel y lo leyó mientras se ponía blanco y un sudor frío le cubría la frente. Allí, en un trozo de papel cortado a mano, alguien había escrito con letra temblorosa y en inglés: "Ayúdame, tú puedes ser el siguiente, S."






Entrada escrita a raíz de las siguientes palabras aportadas por tuiteros bonicos: 

DULCE @abuela_lejana

CHOCOLATE @Pastry1986

TORTUGA @Kike_TRIVI


Gracias :) 

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