Día doscientos veinte.
¿Cuántas de mis expresiones son mías?
¿Cuántas son heredadas? ¿Cuántas son copiadas? ¿Cuántas son prestadas? De todo esto que yo soy hoy, ¿qué porcentaje me corresponde a mí? ¿De cuál tienes tú el usufructo? Si me voy a dormir hoy, ¿de quién será mi voz mañana? A veces, pero solo a veces, soy capaz de recordar el origen de cada una de esas expresiones que uso y, entonces, me invade una ola de morriña, recuerdos y pena —muchas veces pena, sí— porque ya no ni nunca. ¿Cuándo encontraré una nueva?
A veces, mientras tiendo, sí, normalmente mientras tiendo, me pongo a pensar porque hay demasiado silencio (seguro que se me ha vuelto a olvidar poner música que acalle todos esos pensamientos) y me descubro llegando a lugares que no había visitado antes y he tendido muchas muchísimas veces en estos treinta y cinco años. Allá llegó sola y me da por mirar a los lados y, joder, qué desasosiego al correr, frenar de golpe y ver que no has llegado a ninguna parte en realidad. Me da igual el color de las pinzas, pero el orden al tener no, el orden al tender se respeta siempre: primero la ropa grande, luego la ropa de Emma, luego la ropa interior. Siempre escalonado, dejando hueco para que la ropa respire. Me gusta tender en el patio, pero si hago la colada en sábado, me juego que nuestra ropa huela a sagato recién lavada. No me importaría si las chuletas me las estuviera comiendo yo. Pero el color me da igual, en serio, no me quita el sueño. Hasta tiendo los calcetines sin emparejar. Igual que voy hilando pensamientos, uno tras otro, que no tienen nada que ver el uno con el otro. Ni el otro. Cuando llego a un punto de no retorno, lo fuerzo y voy para atrás.
Voy tirando del hilito de pensamientos que he ido atando y lo recorro entero hasta llegar al principio, siempre me sorprende descubrir que empecé pensando, por ejemplo, en un pintauñas que tenía hace quince años y acabé recordando aquel abrazó que le di en un cibercafé a un desconocido pensando que era mi amigo Sergio jugando al Counter-Strike.
En los últimos meses de mi vida han pasado tantas cosas que me encuentro totalmente abrumada. Para bien y para mal. ¿Resuelvo algo escribiendo aquí? Nada. ¿Y qué hago aquí? Perder el tiempo otra vez.
Comentarios