Día doscientos veintitrés.
No había celebrado yo una noche de San Juan antes y mira que yo siempre he sido muy de quemar cosas y de Juanes. Pero he solido elegir siempre la oscuridad antes que la luz, una que es idiota, sin más. Pero anoche todo era luz: el fuego, la luciérnaga, las estrellas, los faros de los coches, los fuegos artificiales, los fuegos fatuos. Enciendes una hoguera dentro de una cueva y no puedes evitar viajar en el tiempo y acordarte de Luisto acusándote de haber copiado en el examen de Filo porque «esto no lo has podido escribir tú, es la alegoría tal cual la escribió Platón, has copiado, estás suspensa», «pero si ni sabía que había examen, no estudié», «¿ah, no? Pues estás suspensa por presentarte al examen sin estudiar», inserte aquí a Juan Tamariz tocando el violín. Sentada de espaldas al fuego, mirando al exterior porque sabes que no puedes caer otra vez en quedarte embobada viendo las sombras, que no estudiarías, pero lo de la caverna te lo sabes tú perfectam...