Día ciento siete.

No te lo pongas en las piernas que me quema.

Escribo desde el interior de una nube con color, sabor y olor. Escribo desde una cárcel abierta. Un libro cerrado y una ventana entornada como una puerta. Escribo desde mi pasión. Desde que tengo memoria. Y escribo sin pensar en lo que escribo. No quiero. Todo el mundo tiene percances. Todo el mundo tiene un Cielo a su imagen y semejanza, sólo hay que descubrirlo. Pero también, todos tenemos un Infierno, mucho más fácil de encontrar. Mi cárcel es mi cuerpo, aunque puedo evadirme tan rápidamente como decir veintidós. Puedo volar cuando quiera, siempre que la ventana esté abierta (y ya no hablo sólo de la mía). Puedo imaginar ser peluquera de tus rizos perfectos. Caries que se pasea por tus ebúrneos dientes para después deshacerse en un baño de espuma, dentífrico y enjuague bucal. Puedo ser lo más escatológico llevado a lo divino (ambas acepciones están bien, me quedo con la segunda, sin embargo). Puedo convertir el oro en pan, la mirra en vino. Y con la plata decorar el borde de las llantas de un Ferrari. Puedo saltar sobre el mar y caer en tierra firme sin despeinarme porque soy también el Alfa y la Omega. Y podemos ir todos juntos de la mano más allá de cualquier entendimiento conocido. Escapar de nuestras cárceles cada noche y hasta la salida del Sol. Sin respetar las reglas. Sin querer. Los sueños son sueños hasta que se demuestra lo contrario. Y jamás volveré a vivir en las sombras del qué dirán porque yo puedo ir más allá como cualquiera de ellos. Hay una cosa que no tengo pero me sobra, vida social. No me gustan las pajaritas (que van con el piquito suelto) pero me encantan las corbatas. No me gusta que me aten pero me pasaría amarrada el resto de mi vida. Porque sí. Porque da igual lo que digamos si mañana todo va a cambiar. No está mal de vez en cuando pensar como la Môme Piaf y ponernos en lo peor. Y yo, tampoco, me arrepiento de nada, como ella. Tampoco es que. Pero que no pasa nada de nada. No quiero que nadie me corrija, dime tú por qué, pues obviamente por el opio, no. Bien. Volviendo al tema de mi nube, con color, olor y sabor. Todo lo que no tiene el agua lo tenemos los demás, gracias a Dios. Y a quién más quiera. Se hace tarde y me tengo que marchar. Y me voy pero te juro que mañana no sé si volveré.


Y sí, hay más gentuza (dejémoslo así) que perros descalzos, vacas con ubres y gallos con cresta.


Y algún día, todos y cada uno de ellos tendrá su recompensa... Ya llegará la hora de recoger lo sembrado y yo estaré disfrutando desde mi tumba, así en la tierra como en el Infierno.






Miss Ynomeimportanadanadanaaaada*

Comentarios

Don Israel ha dicho que…
Como he publicado en mi reciente entrada...me iba a dormir, pero me he pasado a leer tu última perla, y....¡eres una artista, nena!
Me ha venido de perlas leer ese texto de blancos y negros, y pensamientos literalmente improbables pero llenos de significado. Un 11 (ese punto te lo añado por no tener faltas destacadas... =P).

Tienes una fantástica visión de las cosas, como me alegro de conocerte. Quién lo iba a decir esa noche aburrida del 31 de diciembre... :P

(Ah, y tenemos que hablar...que tengo que contarte una cosilla que me ha pasado, muy buena por cierto. Mi alma, me hace sufrir mucho, pero al final se acaba portando bien conmigo...:) )

xXxX

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