Día noventa y dos.

No, no. Déjame que me contagie de los aromas prohibidos. De cuatro horas libre como el cielo violeta como el mar. Déjame morder la Luna, comérmela y escupir los restos. Y luego no preguntes el por qué ni quieras saber la verdad. Déjame gritar en sueños, pegarle patadas al amanecer y rechistar. Saltar en la cama de cristal y hacerla añicos. Llorar y llorar y llorar. Déjame estar verde cuando no sepa de qué color quiero estar. Déjame reventar y dejar tras de mí un rastro de plumas (con olor a jabón). Dame chocolate y quítame las flores que no merezco. Recuérdame que Julieta acabó muriendo y recuerda que Romeo, también. Olvida lo de la caverna de Platón, la manzana de Newton, los objetos estúpidos que sirvieron de ejemplo para enseñar a los estúpidos como el resto. Hoy céntrate en ti. Me centraré en mí. One day left. Quisiera ser tan... Y llegar donde estás y pisar el mundo y al mundo y que nos de igual todo lo demás otra vez.

No malinterpretes.
Vive.
No preguntes.
Vive.

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