Día ciento nueve.

Deja que mis dedos se deslicen por tu plástica y pálida piel, deja que presionen poco a poco sobre cada una de tus teclas, deja que se vuelvan eufóricos ante la llegada de la firma final. Deja que bailen a su ritmo toqueteándote. Déjalos libres y déjalos volar que yo te dejo que me mires cada día durante horas sin rechistarte, que puedes verme cada día quitarme la ropa y volver a vestirme más tarde. Que me ves dormir. Me ves soñar, reír y llorar (parece que ya menos, parece que ya nada, perdón). Mi compañero silencioso y frío, líquidamente hablando, aunque no seas un granizadodefresaconvodkanegrodebilletedecincoconvueltadeuno. [Quince minutos más tarde] Perdón, me he entretenido con mis piernas. Aunque sólo seas mi ordenador.

Hay veces en la vida en las que no sabemos cómo denominar algo. Cuando desconocemos el nombre de cualquier cosa. En esos momentos, siempre queremos saber. Pero, también puede suceder que no queramos poner nombres. Que el silencio valga para nombrar lo que queremos. Porque no hace falta bautizar a un pez para darle de comer cada día. No hace falta cosificar cada objeto que nos rodea poniendo tantas etiquetas como hacemos habitualmente todos y cada uno de nosotros. Dejemos un poco de relax al verbo. Some spare time. Se puede vivir a oscuras de forma intermitente. Pampallugues (castellanizando). No queramos saberlo todo, que siempre estamos ansiosos de más. Y el ansia no es buena.

Mañana más cama despegada, no cuento con consentimientos siquiera. Bueno, va, si no quieres...

Y ahora voy a darle a 'Publicar entrada', después a 'Ver blog', voy a repasar el texto y a corregirlo si fuerese (?) necesario. Apagaré el ordenador. Me quitaré la ropa, pondré la alarma para mañana y dejaré el móvil fuera de mi alcance para no quedarme durmiendo. Me meteré en la cama, cogeré el libro que estoy leyendo, leeré una frase y me rendiré porque los ojos se me cierran solos (he estado a punto de eliminar todo esto de una, cenquiu). Apagaré la luz y pensaré en todo lo que ha pasado hoy, como cada día. Y como últimamente, disfrutaré y sonreiré al recordar que hoy no nadie me ha hecho llorar. Daré gracias a los duendecillos que vengan a taparme y miraré de reojo a la ventana, que está abierta por si algún día te decides a entrar por ella.

Cierra los ojos, el día se acabó.




Miss Sepuedeserfelizconpocoymenos.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Día doscientos doce.

Día ciento veintisiete.

Día doscientos once.