Día ciento treinta y uno.

El trauma de Heidi, versión no comercial.

Y Heidi le escribió un mensaje de texto a Pedro “¿Dónde estás? Te estoy esperando desde hace media hora, si no vienes pronto, me voy a casa de Clara.”. Era el cumpleaños de ésta última y habían quedado para ir a comprarle un regalo. Heidi había estado cosiéndole una colcha durante meses pero Pedro no había encontrado el regalo adecuado, si bien es cierto que había comprado varios a espaldas de Heidi, pero cuando ésta se enteró de que lo más bonito que había elegido eran unos patucos de bebé decidió ponerse manos a la obra para hacer un regalo que dejase en la sombra a Pedro, además, le prometió acompañarle para ayudarle a elegir uno, él sólo tenía buen gusto para los temas cabralicios.

Heidi estaba harta de esperar, vale que fuesen amigos, que llevasen juntos desde su más tierna infancia, pero era el cumpleaños de Clarita, sus dulces dieciséis e iba a llegar tarde por culpa del cabrero. Fue entonces cuando lo vio acercarse en la lejanía. ¡Qué tío! Su imagen representaba su profesión, iba peinado como una cabra… Lo que pasó después no es plato de buen gusto para nadie, por lo tanto omitiré la discusión que tuvieron los amigos en la que Heidi se acordó hasta de la madre de Marco, llamó hijodeunacabra a Pedro y le pegó varios puñetazos y patadas en lugares bastante importantes para que un hombre mantenga el equilibrio, su centro de flotación, digamos... También añadiré – no por hacer sangre, sólo por el hecho de informar de lo sucedido – que para separar a los salvajes quinceañeros estos, tuvieron que presenciarse varios soldados del Cuerpo de Paz que se encontraban por la zona. El altercado acabo con varios heridos leves, dos heridos graves colganderos (entre ellos otro herido más) y Heidi despeinada y furiosa.

Como esta historia – y todas las dedicadas al público infantil – tiene el amor como trasfondo, diré que tras la disputa, Pedro y Heidi se fueron a comer unos gofres con chocolate y nata montada sobre el chocolate y fideos de chocolate sobre el chocolate y la nata montada sobre el chocolate. Después se fueron de tiendas y encontraron – en una fábrica de Prada – un bolso monísimo con unos zapatos a juego. Obviamente el regalo lo eligió Heidi que es una mujer. Con esto no quiero decir que tuviese buen gusto, que también, si no que tenía bastante mala leche y sabía que Pedro lo iba a pasar estupendamente bien para terminar de pagar el regalito.

Sin más, se dirigieron con sendas amplias falsanrisas hacia casa de Clarita, dispuestos a darles los preciosos regalos. Al llegar, algo sorprendió a Heidi, ¡la Rubia tenía un chupetón en el cuello del tamaño de una catedral! Además no se molestó lo más mínimo por su tardanza, no prestó atención a la colcha que Heidi había elaborado con todo su amor, no dejaba de mirar a Pedro en todo momento y de poner ojitos en blanco y éste, se pasaba el rato mirando el suelo con aire bobalicón. Heidi estaba incómoda… de pronto algo hizo clic en su animada cabezuela y un gran (Modo control parental desactivado) “¡Serás pu*a!” se apoderó de su pequeño cuerpecillo. De pronto todo encajaba: Pedro había llegado tarde, eso había hecho que ellos llegasen tarde y Clara parecía no haberlo notado. El chupetón, las miradas… Y a la Rubia… ¡aún le temblaban las piernas!

Esa fue la última vez que se vio con vida a toda la gente que había en la fiesta. Sé que puede ser difícil creerlo, pero Heidi se volvió loca, había vivido toda su vida enamorada en secreto del cabrero para acabar así. Decidió en un arrebato de apasionada locura (según los informes médicos) que si Pedro no era para ella, no sería para nadie. Fue al granero más cercano (sí, ¿qué?) y cogió una gran motosierra Greenkut GS4100110… No quiero ser escatológica, no quiero que me pase lo que a Saw VI, por lo que dejaré a vuestra libre imaginación lo que aconteció después, bien y como reza la sentencia:

“A Heidi su estado de enajenación transitoria no la exime de pagar lo que hizo (el juicio se celebró a los dos años) aquella tarde invernal (dada la situación geográfica, cualquiera) por lo tanto, este juzgado la declara culpable de la masacre y la condena a pasar los próximos setecientos cincuenta y ocho (758) años cualquier prisión de alta seguridad (sí, ya sé que Heidi era menor cuando cometió los crímenes, pero es que se pasó…).”

Por supuesto y a día de hoy – han pasado cinco años desde el incidente – ,Heidi se encuentra en libertad sin cargos gracias a los nuevos Ministerios de Igualdad y de Apoyo a la Estupidez Pública y actualmente, tras su paso por la casa de Gran Germano, se gana el pan vendiendo sus intimidades en programas de televisión y prensa (de dudosa reputación), además de haber protagonizado una película de las que ponen en AntenaTrix a la hora de la comida familiar los domingos, un par de películas pornoeróticas y de haber salido en la portada del Interview.

Así son las cosas y así seguirán empeorando en este nuestro propio paraíso de las oportunidades. Informando al mundo desde Albashete, MissLess.

*Nunca tan poco, me dio tanto.

Comentarios

Your Ex-EmoGirl! ^^ ha dicho que…
Sublime pequeña! =)

xDD

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