Día ciento setenta y uno.

Voy a justificar el texto para que no me recuerdes otra vez que no sé usar Word para hacer un ejercicio simple. Voy a apuntarme a ofertas de limpiadora y camarera para que no puedas recordarme que no soy quién para optar a un puesto para el que piden estudios superiores. No te abriré un agujero de entrada a mi corazón porque luego tú harás un agujero de salida y aprovecharás para organizar visitas guiadas al interior. Pagaría por un segundo a solas contigo, ¿sigues ahí? ¿Te has perdido en una canción de Tiziano Ferro? Dame un silbidito o choca los talones e iré presta a por ti. No te echo de menos, decir lo contrario sería mentira pero hay algo, no sé lo que es. ¿Desengaño? ¿Me has roto el corazón? No, eso ya lo habíamos hablado arriba y había quedado claro que mi corazón te ha importado lo suficiente como para venderlo en pequeños cachitos. 

Esa batalla sólo fue un juego de borrachos, ¿cómo hemos llegado a esto? Estaba contentísima. Nuestro futuro iba a estar coronado por dos lightsabers cruzados custodiando el mejor de mis secretos. 

¿Qué pasa cuando confías un gran secreto a alguien en quien creías tener confianza plena? Pues algo muy malo si me lo tengo que preguntar ahora. 

Yo no era así, ¿sabéis? Yo escribía textos del tirón. Bueno, mentira. Yo primero escribía textos con infinitos enters que convertían una publicación de 40 líneas en un bodrio infumable y luego un escritorcillo bohemio vino a llamarme la atención y dejé de escribir así... ¡y mira lo que se lleva ahora! La gente no consume párrafos, consume tuits. Con su bronca comencé a publicar del tirón, como si los enter doliesen. Pero, no sé cuándo exactamente, comencé a parrafear otra vez. 

No, no sé si parrafear existe. Se lo preguntaré a Reverte la próxima vez que me lo cruce en una gasolinera. 

¿Os he contado alguna vez cuando me dio un ataque de psicosis al pensar que por la "Ley Sinde" iban a cerrar todos los blogs del mundo conocido? Pues aquello pasó y lo pasé mal y fui copiando una por una las entradas de este blog, como si a alguien le importase lo que venía aquí a vomitar una pobre pseudoadulta semiinconsciente. 

En fin, llevaba meses sin escribir y después de mi última entrada han pasado tantas cosas que de escribirlas todas pensaríais que es todo mentira, así que paso de hacerlo y prefiero contaros uno de mis últimos sueños.

En él me despertaba en mitad de la noche porque alguien estaba intentando abrir la puerta de nuestro piso. Oía como intentaban forzar la puerta pero no podían. Yo intentaba avisar a Ángel de lo que estaba pasando pero no podía moverme ni hablar. Estaba completamente inmóvil y cada vez estaba más agobiada y entrando en pánico. Entonces me daba cuenta de que Leia seguía durmiendo tan tranquila como siempre y de que el ruido del forcejeo no parecía venir de la puerta, el ruido entraba por la ventana. Era una noche de tormenta y mucho viento. Estaba oyendo un árbol o la carpa de algún vecino. Entonces me pude mover. La pesadilla había pasado. Todavía no sé si fue un sueño o un reflejo de todas esas cosas que están pasando y que no os voy a contar porque pensaríais que es todo mentira (sí, otra vez). 

Iba a seguir escribiendo sobre todos mis esfuerzos por tener fe en la gente después de estos últimos meses pero me es tan difícil como decir que está todo bien, que todo va a salir bien, que todo pasa y que todo llega. 

Ojalá esta moda de la felicidad absoluta que nos han impuesto con "frasecitas cuquis" pase pronto y podamos volver a disfrutar de un momento de soledad e impotencia sin que nadie nos venga con el "si quieres puedes". 

En estos tiempos de corrección hedonista felicísima llorad os hará libres. 

MissEverydaymoreLess

Comentarios

Entradas populares de este blog

Día doscientos doce.

Día ciento veintisiete.

Día doscientos once.