Día ciento ochenta y dos.

A veces veo cosas. Pienso cosas. Sueño cosas. Y, luego, esas cosas pasan. No lo puedo controlar pero es así. 
Aquel día supe que ese pequeño gesto iba a destrozarme la vida, aún no tenía claro cómo, pero estaba segura de que sería así. 
Recuerdo el momento perfectamente. Estaba en una comida de empresa, habíamos terminado de comer y andábamos haciéndonos los regalos del amigo invisible. En ese momento recibí una notificación en mi móvil, sorprendente porque no tenía apenas cobertura. Cogí el móvil, leí la notificación, "este es el comienzo del fin", pensé. 
Y no estaba equivocada. 
[Vuelvo a escribir con demasiados espacios, lo sé.]
Siempre he compartido las cosas. Soy una "nativa digital", creo que dicen. Lo hice en mil redes sociales antes que en esta y nunca me ha importado lo que piense nadie (no es que lo haga ahora, la verdad). El hecho es que, cuando compartes cosas, aunque no te importe lo que piensen los demás, sí haces por no molestar a nadie. Y cuando cualquier chorrada puede generar un problema (y hablo de auténticas chorradas), empiezas a autocensurar cada publicación. 
Lo que era divertido se convierte en un continuo "¿Va a molestar esto? Oye, lee esto, ¿qué te parece? ¿Es ofensivo?". Y tampoco es que me dedique yo a comentar temas serios, la verdad (casi nunca, vamos). 
Y así, pasa el tiempo, y sigues controlando obsesivamente todo lo que publicas por si acaso. Ojo, nadie, ni en la vida real ha tenido esta deferencia contigo pero, claro, te pilla en ese momento de tu vida en el que no te respetas y, ¿qué vas a hacer? ¿Hacerte respetar? Nope.
Dejas de ser espontánea, de tener gracia, de hacer chistes (esto ya lo tuve que hacer en la vida real con un grupo de gente, muy triste todo). Vives en un control constante, en una represión constante. Lo que se suponía un pasatiempo, deja de serlo para dar explicaciones por todo. "No, no era para ti", "Sí, es un chiste", "No, no ha pasado nunca, era una exageración". 
Cansada, decides dejar de usar esa red social. Ya da todo igual. Te callarás por no molestar a nadie.
Y un día te das cuenta de que has cambiado tu forma de ser por no ofender a gente a la que se la pela todo. Que has dejado de hacer cosas que te encantaban, que te has dejado pisotear (una vez más). 
Y estarás sufriendo un acoso no reconocido (porque eres una exagerada). Y no podrás decir nada. Ya es tarde para defenderse, para dar explicaciones. Pero no para volver a hacer lo que te gusta. Para quererte y que le den a todo el mundo. 
Hoy vuelvo a instalar Twitter. 
Os abrazo, pajaritos.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Día doscientos doce.

Día ciento veintisiete.

Día doscientos seis.