Día ciento ochenta y siete.

No te parezcas a mí, por favor. Que me abro antes de tiempo y cuento tanto todo que todo el mundo pierde el interés en seguir investigando. 

No te parezcas a mí, que me arrastro detrás de todo el mundo. No te parezcas a mí. 

Hubo un tiempo que estaba tan rodeada de dioses que parecía que frecuentara el Olimpo. Y a todos rechacé. Hoy me pregunto qué habría pasado si ya todo da igual, ¿y si hubiera dicho que sí? ¿Y si hubiera vivido? ¿Y si me hubiera dado cuenta de todo antes? ¿Seguiría siendo así o flotaría a un metro sobre el suelo? We'll never know. 

Aunque estoy muerta por dentro desde hace meses, si que sentí ese pellizquito casi sordo, un minúsculo latido, un ínfimo revoloteo tras un cruce de miradas eléctrico que me revivía por un milisegundo como si estuviera, por fin, en una camilla de hospital y el equipo médico me estuviera reanimando. Fuera. Durante un par de horas comprobé el poder de una mirada que solía revivir maniquíes y despertar a los muertos. Que hace moverse a cuerpos contra su voluntad. O no. 


¿Cuánta voluntad hay en un acto involuntario? ¿Quién guía tus brazos? ¿Quién tus pies? ¿Qué hizo cambiar tu ruta aun sabiendo que ibas derecho a la catástrofe? ¿Fue la pena o la sorpresa? ¿Qué impulsó ese órdago para el que no esperabas respuesta? ¿Fue la novedad? ¿Lo habías pensado? Una mirada y chas, estabas a mi lado. Y otra y chas, lo volvías a estar. Ni que fueran esto los noventa.  ¿Cómo puedes recibir más cariño en dos horas que en ocho mil setecientas sesenta? Sí, he hecho el cálculo porque no me falta de nada, ni una calculadora. 

Si estuviéramos en 2009 no habría pasado nada de eso. Habría pasado todo lo contrario y más. Porque mi compañera entonces era una Rubia, siempre. Y ellas me abrían puertas y ventanas para hacer todo lo que quería, cuando y como quería. ¿Te imaginas? No, mejor no. 

Ay. 

Gracias lactancia materna por ahorrarme esta complicación. Ahora es cuando, además, le dices al cerebro que ya está bien con la broma. Y, al corazón, que se relaje. Aunque está bien sentirlo de vez en cuando, no te voy a engañar. Bueno, mira, dile al corazón que se vuelva loco, que una taquicardia de vez en cuando me recuerda que sigo viva. Y que qué más da. 

Por favor, dame más sonrisas sonoras sorprendidas a lo Ruben Darío. Que abren esa pequeña ventanita que tengo en el pecho atrancada. Y ya, lo dejo, que ha empezado a sonar Sergio Dalma en la lista aleatoria y si lo metemos a él en la ecuación ya no puede salir nada bueno. 

Será perfecto o no será.

Miss Leirolei de Los Suspiros Infinitos.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Día doscientos doce.

Día ciento veintisiete.

Día doscientos seis.